Más de dos mil trabajadores de la economía popular y sus familias, “ esos que a veces llaman piqueteros, otras planeros, otros vagos, otras parásitos”, pudieron acceder a un paquete económico para hacer turismo social en Chapadmalal y Embalse.
«El turismo social tiene un sentido profundamente patriótico: nadie puede defender lo que no ama y nadie puede amar lo que no conoce.»
“Nos vamos de vacaciones”. Así era el título de la nota que los medios del Grupo Clarín reprodujeron en distintos formatos: radial, televisivo, gráfico, digital. El copete decía: el sincericidio de una piquetera en pleno acampe en Plaza de Mayo. Cómo te vas a ir de vacaciones negra de mierda si cobrás un plan, gritaba entre líneas la prensa amarilla, aunque más allá de la línea editorial, más en el fondo aún, están las personas que escribieron que para una persona humilde sincerar sus vacaciones es un suicidio.
Todo sucedió en aquel programa Nosotros a la mañana, allá por agosto el año pasado cuando una mujer humilde que participaba de una protesta contó cómo tenían las carpas: “tenemos carpa por el hecho de cuando nos vamos de vacaciones, no podemos ir a pagar hoteles e irnos lejos. Entonces, la mayoría de nosotros tenemos carpa porque vamos a acampar”.
En el piso del programa, les “saltó la térmica” como dijo una de las panelistas. “Para para, ¿vacaciones dijo?”, “¿trabajas para tenerlas?”. Algunos otros panelistas intentaron no llegar a semejante punto de degradación humana e indicar que cualquiera tenía derecho a descansar unos días, pero lo que se había plasmado en ese set de canal trece es el centenario odio gorila a la mera posibilidad de que los humildes puedan pasar unos días de vacaciones. No importó que la señora intentara excusarse diciendo que iban un fin de semana a Manzanares o a Junín, la cara transfigurada de esa gente horrible que le niega al otro la humanidad no salía del estupor, de la más visceral e infame indignación.

Las señoras bien del panel casi que podían soportar, sin avalar ni empatizar, que esos sujetos definidos con el epíteto de piqueteros protestaran por planes y comida… ¡pero irse de vacaciones! “Hay millones de gentes (sic) que nos están mirando que no se van de vacaciones”. La señora que hablaba no era gente, era una piquetera. Agradecé que te damos de comer, negra de mierda.
Ese día me callé, no me metí en el ruido público. Pero lloré de bronca. Que mis hijos, los de las panelistas de Canal 13, los tuyos… puedan ir de vacaciones, conocer el mar, las montañas pero los de ella no, no lo merecen, no merecen ni ir a Punta Lara, no merecen siquiera que se conciba que se vayan de vacaciones, es otra muestra de la inhumanidad de esta sociedad, porque en definitiva, hasta el más fóbico de los gorilas se verá obligado a reconocer que los niños y niñas pobres no son responsables de su propia situación. Con un grupo de compañeros nos decidimos a reparar aunque sea un poco esta situación durante el verano.
Desde luego, en vano es explicar que los que ellos llaman piqueteros son trabajadores y que reciben apenas un complemento a los ingresos que hacen con su propio esfuerzo en la economía informal. En vano explicar nuevamente que son mujeres y hombres cartoneros y recicladores, costureros, carpinteros, herreros, pequeños productores hortícolas y campesinos, carpinteros, herreros, trabajadores de bachilleratos populares, jardines infantiles, comedores y merenderos, centros de rehabilitación de adicciones. En vano decirles que construyen casas, polideportivos, plazas; que limpian los barrios y los arroyos; en vano explicar que son vendedores ambulantes, fruteros, jugueros o artesanos. En vano es quejarse de la doble vara que hay cuando salen programas como el Pre-viaje que subsidian el turismo de clases medias y altas frente a los dos días en carpa de la piquetera. Algunos van a ver solamente el subsidio en el ojo ajeno y no pueden ver en nuestros compañeros otra cosa que vagos y planeros regenteados por populistas.
Nosotros habíamos logrado ya que muchos compañeros conocieran la Patagonia andina y las Cataratas del Iguazú a través de las escuelas de formación profesional, que otros cientos lo hicieran en encuentros de intercambio, pero este año teníamos un desafío que tomó con enorme responsabilidad un equipo de compañeros y compañeras algunos con formación universitaria, otros con formación de la calle: lograr que miles de negros de mierda conozcan el mar y las sierras este verano… Sin carpa, además.
Más de dos mil trabajadores de la economía popular y sus familias -esos que a veces llaman piqueteros, otras planeros, otros vagos, otras parásitos- pudieron acceder a un paquete económico para pasar 5 noches en los hoteles sociales de Chapadmalal y Embalse (Córdoba). Se lo pagaron ellos, aviso, además. Estuvimos desde comienzo de la gestión discutiendo la necesidad de poner en funcionamiento estos complejos con el ministro Matías Lammens. Tengo que confesar que no le tenía fe, me enojé mucho los años anteriores porque no veíamos avances y abandoné el dialogo con el ministro.
Lo cierto es que este verano seis de los nueve hoteles estaban impecables y los tres restantes se están terminando. Algo similar sucedió en Embalse dónde se habilitaron 3100 nuevas plazas. Nobleza obliga reconocer este buen accionar de gobierno que, además, reivindica nuestra historia y marca la perspectiva del futuro… No sólo sobrevivir, vivir, vivir un buen vivir dónde cada uno sea protagonista de su propio destino y que la felicidad sea un horizonte posible. Que nadie mal interprete, no tenemos ningún acuerdo político con Lammens, sólo reconozco una obra bien hecha en alguien a quien había criticado con cierta dureza en el pasado.
La recuperación de la Estancia Santa Isabel
Impulsados por Evita para que sus grasitas pudieran ver el mar y las montañas, Embalse y Chapadmalal se convirtieron en uno de esos actos de justicia que la oligarquía y el tilingaje, como los panelistas del programa mencionado, no pueden perdonar. Las vacaciones son solo para ellos. Las piletas también. Por eso ese odio tan visceral de arruinar cualquier obra de amor. Así la revolución fusiladora rellenó de cemento las piletas de la Fundación Evita, así el macrismo destruyó las piletas de Ezeiza que había restaurado Cristina, así Gerardo Morales dejó morir las piletas del Barrio Tupac Amaru dónde miles de niños disfrutaban del agua por tirria contra Milagro. Cuánto veneno, si al menos nos atacaran a nosotros pero no las pocas cosas buenas que pudimos construir…. Pero el demonio sádico de la destrucción le toca el alma a tantos políticos y a tanta gente común.
El peronismo fue un proceso de democratización del bienestar en el que las barreras de acceso fueron cayendo una a una. Por eso fue el hecho maldito del país burgués. Era hacer realidad eso de la “felicidad del pueblo” como una política de Estado, lo que habían podido de hacer precariamente círculos obreros, sindicatos u organizaciones católicas. Desde luego, esta afrenta a los privilegios de clase no podía hacerse sin lucha.
El General Perón expropió constitucionalmente 650 hectáreas de la Estancia Santa Isabel a su propietario, el terrateniente Eduardo Martínez de Hoz, que se la había arrebatado parcialmente a una comunidad tehuelche, que había pasado por las manos del banquero monárquico Pedro II, último emperador de Brasil, y del Barón de Mauá -promotor de la fragmentación del cono sur y la guerra fratricida contra el Paraguay-, hasta que la llamada Conquista del Desierto la dejó en manos de los Martinez de Hoz junto a otros dos millones y medio de hectáreas en la expropiación populista más grande de la historia encabezada por el General Roca y promovida por Bartolomé Mitre, fundador del diario La Nación. El odio de los que quieren todo para ellos tiene historia.
Gracias a esta audacia del peronismo, hoy mis compañeros y compañeras disfrutan el sol y el mar. La audacia de recuperar para el pueblo lo que siempre debió ser del pueblo. Qué horror si alguien plantea hoy una cosa así, qué espanto si siquiera pensáramos expropiar o más bien recuperar las tierras mal habidas de Joe Lewis, el secuestrador del Lago Escondido, para hacer un complejo de turismo social. Impensable… “Eso no es peronismo”, van a decir los peronistas sin historia ni doctrina.
El turismo social no era un simple acto de reparación en el pensamiento de Perón sino parte de una planificación de las condiciones materiales necesarias para que el ser humano pueda desarrollarse integralmente. No se trataba sólo de los grandes hoteles o colonias veraniegas, sino de centenares de iniciativas de microturismo con campings, visitas al Delta, paseos de fin de semana en todo el país. La profundización de esta veta de la revolución justicialista estaba perfectamente descripta en el Segundo Plan Quinquenal, que quedó trunco por el golpe de estado de 1955. La reacción antiperonista tenía otros argumentos, porque el mercado laboral de aquel entonces ofrecía pleno empleo, pero el sentimiento subyacente era el mismo de la agresión a la piquetera: esto no es para vos, no es para tus hijos, es sólo para nosotros.
Qué gran misión que tenemos por delante: todo eso lo vamos a recuperar y vamos a construir diez veces más. Para que el pueblo pobre y trabajador sea feliz, aunque revienten de bronca los que quieren todo para ellos. Porque, además, el turismo social tiene un sentido profundamente patriótico: nadie puede defender lo que no ama y nadie puede amar lo que no conoce. Que la masa de nuestro pueblo conozca sus bosques, sus mares, sus montañas, su extraordinaria riqueza natural es condición necesaria para terminar con la expoliación, la devastación del ambiente y el saqueo a nuestros bienes comunes.
Por Juan Grabois