Saúl Patrich: El bioquímico argentino inventor de la Refrescola

A fines de los años ‘40, un bioquímico de apenas 22 años que trabajaba para una fábrica de Fernet catando bebidas y creando recetas, descubrió el que se consideraba uno de los secretos mejor guardados del mundo: la fórmula de la Coca-Cola.

Ni lento ni perezoso, mudó el laboratorio al patio de su casa de Devoto, le ganó el primer juicio del mundo a la multinacional por el uso de la palabra “Cola” y empezó una empresa que en los siguientes veinte años se convertiría en un éxito nacional tan grande que hasta se le atribuía al mismísimo Perón. Y que murió con el desmantelamiento de la industria industrial, los almacenes y el sifón de mesa… Para empezar, la Refres-Cola no era una gaseosa sino un jarabe concentrado listo para ser diluido con soda.

De hecho, su etiqueta mostraba una familia tipo con el padre en el acto de accionar un sifón. Sus ventajas consistían en que podía ser utilizada mucho después de abierto el envase, sin perder sus cualidades, y que cada persona podía regular la intensidad del sabor a su gusto, como una gaseosa bajo el concepto “hágalo usted mismo”. Aunque su principal atributo era económico, como proclamaba uno de sus slogans: “Con una botella sola / 40 vasos de Refres-Cola”. Es decir que rendía casi 10 litros por botella. “Y aparte era más saludable añade Saúl Patrich porque no contenía ácido fosfórico ni cafeína, que son las sustancias más cuestionadas de la Coca-Cola.” Pese a todo esto, no le fue sencillo imponer una bebida elaborada en el patio de su casa, con una cuba de madera de 200 litros sin bombeador ni filtro, y cuyas botellas eran llenadas, etiquetadas y encorchadas a mano, una por una, por el propio Patrich y sus hermanos.

Patrich abrió un pequeño taller en el patio de su casa, donde realizó algunos ajustes a la receta, que para ser consumida necesitaba un chorro de soda, como si de un vermouth se tratase. Intentó bautizar a la misma « Refres-Cola», pero los abogados de la empresa norteamericana no lo dejaron registrar el nombre.

Lejos de darse por vencido, el argentino se puso a investigar y descubrió que por entonces, la Coca-Cola contaba con un ingrediente prohibido por el código alimentario argentino: el ácido fosfórico, que otorgaba «acidez» a la bebida. Este hallazgo lo envalentonó a Patrich, quien le hizo un juicio a la marca. Los abogados propusieron un acuerdo: él podría usar Refres-Cola como nombre, a cambio de olvidar la demanda.

Esto le permitió al argentino comenzar la producción y venta de su bebida, que poco a poco fue ganando adeptos. Así, en apenas unos años, la Refres-Cola pasó de ser una bebida elaborada en el patio de su casa a un emprendimiento que empleaba a cientos de empleados en una fábrica de Ciudadela y que llegaba a todos los rincones del país.

La bebida desapareció a finales de los 80: los hábitos de consumo habían cambiado y los costos se habían hecho insostenibles, por lo que fue vendida a una multinacional. Hoy, la bebida es solo un recuerdo de algunos memoriosos, que recuerdan aquella vez en la que un argentino descubrió la fórmula de la Coca-Cola.

 

 

 

 

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