Hay que ser…! Luis Brandoni convocó a una manifestación y él no fue

La primera ley de Murphy, si hay alguna opción de fracasar, fracasará. Nada asegura que fue así, pero suena verosímil.

Lo de las leyes de Murphy es atribuido a un ingeniero aeroespacial de la NASA, Edward Murphy que comprobó que cuando algo puede fallar en un ensayo técnico, falla.

Aunque haya una coincidencia en apellidos pero no los emparente la dinastía, López Murphy se esmera en demostrar que efectivamente si algo puede fracasar, fracasa.

Suele eludir el recuerdo. Ricardo López Murphy fue parte del gobierno de la Alianza, cuando presidió Fernando de La Rua. Evitar en su archivo esa participación no es por modestia precisamente.

El gobierno del tándem De La Rúa Chacho Alvarez, que había asumido en 1999 y que prometió no salir de la convertilidad, (ya desvencijada y maltrecha) durante el último año del milenio evitó todo acierto posible.

Un desatino político incalculado, la corrupción con nombre de tarjeta (Banelco) y la renuncia en octubre del Vicepresidente, quien representaba al Frepaso (fusión del Frente Grande y del Frente País) dos vertientes del peronismo que enfrentó a Menem, anticipó el trayecto del helicóptero.

En el 2001 no fue como lo presagió Arthur Clarke, la odisea se produjo en la Argentina, no en el Espacio. Y no tuvo nada de ficción. Una crisis política de dimensiones impensadas.

El amigo ultraliberal del presidente de La Rua, Fernando de Santibañez se desempeñó como Secretario de Inteligencia. Fue el escándalo de corrupción en el Senado y su participación directa motivo para eyectarlo, no demasiado lejos.

Los vencimientos de deuda asfixiaban al gobierno y de La Rua, con determinada impericia y desafiando al ex presidente Raúl Alfonsín, el 5 de marzo, nombra como ministro de economía precisamente a Ricardo López Murphy, muy cercano a de Santibañes y a la ortodoxia.

Compiten dos adjetivos: veloz y dañino
Aún hoy hay quienes discuten sobre la participación de López Murphy en ese período. Están los que sostienen que fue el más perjudicial y otros que fue el más efímero de la historia. Duró hasta el 20 de marzo, quizá para que no lo alcanzara el otoño. Irrefutable es que todas las medidas que decidió implementar afectaban a la mayoría de la sociedad. Jubilados, estudiantes, trabajadores. Recortes, ajustes, quitas. El detonante para su fuga fue el plan para privatizar el Banco Nación y quitarle recursos a las universidades.

No veinte, veintidos años, ya
Desde aquel 20 de marzo de 2001 aún no se le puede conocer en su carrera política algún proyecto o acierto para mejorar las condiciones de algo. Claro, pero igual está. Cuando no encabezando listas, en ubicaciones entrables, apoyado por el sector financiero, que le garantiza siempre una banca para él.

Insignificante
Lo del sábado 11, si no fuese porque la Argentina atraviesa un momento dramático, podría inscribirse en un acontecimiento cómico, en una comedia algo bizarra.

El talentosísimo actor Luis Brandoni, quien fuera Secretario de Cultura del gobierno de Alfonsín y legislador nacional, convocó a un «banderazo» en el Obelisco, en contra de tantas cosas que es hasta aburrido enumerar, pero para simplificar, en contra de los reclamos del peronismo, del pedido de juicio político a los miembros de la Corte,y por la defensa de la república que interpretan algunos.

La manifestación debía comenzar a las 4 de la tarde. Se hicieron las cinco y media pero «el Beto» Brandoni no asomaba.
Las columnas de gentes, tampoco.

La temperatura podría ser un elemento conspirativo pero pronto se desvanece. El argumento de que no superaron las 300 personas por los 40 grados se diluye cuando en simultáneo y a muy pocos kilómetros, el Plenario del Peronismo de la provincia de Buenos Aires, estaba repleto.

No faltará quien insista con que les pagan a los asistentes y les dan choripanes y gaseosas. Si así fuera, ya podrían haber aprendido los López Murphy, los Moritán y los Brandoni.

Sin dudas es más económico y productivo la cocción de chacinados y menos contaminante que la impresión de tantos clarines y naciones para enarbolar una reunión que bien pudieron haber hecho a escasos metros, en el Teatro Colón y con buena refrigeración.

El dúctil, versátil e indignado Luis Brandoni se excusó diciendo que la postergación del acto hizo que se solapara con su obligación laboral y como todos saben, el imperativo categórico kantiano le impide llegar tarde o faltar, para fingir con calidad es necesario buscar siempre un mejor escenario, al menos, adonde haya un poco más que 200 localidades.

Por Ariel Robert/portada.com.ar

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