Las grandes Bodegas poseían un departamento de tonelería donde se hacían o se arreglaban o se armaban cubas, toneles, bordelesas y todos aquellos recipientes indispensables para la maduración del vino. El trabajo del tonelero no era fácil, debían saber hacerlo, y les llevaba varios años aprender, los primeros toneleros provenían de Italia, lugar donde era un trabajo muy importante y bien pagado.
Cómo se hacía una bordelesa
Primero se deben limpiar las duelas, hechas de trozos de madera. Cualquier madera puede
ser buena, pero para el vino pueden tomar olor o sabor, por lo que es preferible usar maderas adecuadas, como encina, sauce, haya, o roble de Eslovenia, arqueados y de forma cónica, ya que cuando se cortan y están verdes se pueden arquear fácilmente, de lo contrario para doblarlas, les ponían el suncho de metal y prendían fuego adentro para que fuera cediendo. La madera debía estar bien seca, para que no se mezclaran los jugos de la madera con el vino.
La mayoría de los toneleros se traían las herramientas de Italia, así fue el caso de mi Nono, recuerdo haberlas visto guardadas en la ”crota”, especie de despensa, donde las atesoraba, con mucho cariño, eran: el mochuelo o banco del tonelero; el estrovador o cepillo curvo; la cuchilla; la azuela; la gubia o sierra curva; la plana, que sirve para rectificar las tablas; las chasas, que son cuñas de madera o hierro, una especie de clavos para fijar el suncho y el mazo de martillo, con hendidura como un hacha que puede ser de madera o de hierro, según el material que se estuviera trabajando.
Preparadas las tablas, se procedía a armar el tonel o bordelesa. Colocaban los sunchos o cinchos acerados de distinto tamaño, con el mazo y con golpes, se iba bajando el suncho, en cada bordelesa entraban 6 u 8 sunchos. Luego se alisaba la superficie exterior y se le colocaban los fondos.
Si la bordelesa perdía se colocaba un pabilo de algodón y se lo calafateaba hasta que no perdiera más. Una vez terminada, se curaba con hojas de duraznero hervidas, que tienen un sabor muy amargo, se dejaba el líquido un tiempo para que sacara todos los olores que podía tener la madera. Fuente: don Rodolfo Piastrellini.
No se puede precisar el origen de la tonelería, no se sabe dónde, cómo, ni cuándo, tuvo su origen esta manifestación del arte, lo que sí se sabe es que es antiquísima, ahora se hacen cubas y toneles en forma mecánica, pero no son mejores que los construidos a mano. La construcción no está sujeta a reglas ni medidas, de ahí nació el dicho español “a ojo de buen cubero”, cuando lo que se ejecuta no tiene medidas establecidas.
Don Darío Pennone
Durante el año 1924 arribó, procedente de Canelli, Alessandria, provincia del Piamonte, Italia, un joven tonelero a quien don Tiraso le prestó una casa para que viviera con su familia, sobre la actual calle Tirasso. Este tonelero era don Darío Pennone, mi Nono, quien al regreso del campo de concentración, donde estuvo prisionero de los austríacos en la
Primera Guerra Mundial y viendo los excesos cometidos por los Camisas Negras en los comienzos del gobierno de Mussolini, no quiso volver a pasar por otra guerra y se vino a estas tierras promisorias, a trabajar y vivir dignamente. Con él venían su esposa doña Margarita Casera y sus hijos Elena, Renata y Armando. Los niños asistieron a la Escuela 25 de Mayo y se venían caminando todos los días desde su casa, en calle Tiraso, a la escuela.
La casa que les prestaron, era una casita de adobe, bastante cómoda, con dos dormitorios, cocina y un pequeño baño. En el frente, que daba al Norte, como todas las casas que se construían en la época;, como los rayos del sol provienen del Norte, al situarlas así se aprovechaba más el calor. Tenía una amplia galería, que en verano la sombreaba una perfumada madreselva y con el tiempo, mi Nono le colocó vidrios, para que fuera más calentita.
En esa Bodega trabajó varios años hasta que llegó la quiebra para la firma Luis Tirasso.
La propaganda que hacía Tirasso en los periódicos era la siguiente: ¿Vinos Tirasso? Son los mejores!!!
Hay que destacar que “don Luis” era un convencido de que la zona de San Rafael era la más indicada para la instalación de la industria de vinos superiores de mesa, y la definición, con mala intención, con que se designaron las primeras y segunda zona, no le llamaba a engaño.
Su mejor producción de San Rafael, la enviaba a Guaymallén, donde era envasada y así la podía vender mejor. Pero él estaba convencido que los mejores vinos de la Provincia eran los sanrafaelinos.
La sociedad adquirió otra Bodega en la zona de Balloffet y Los Sauces, que había sido originalmente de don Rafael Vicente Taranto. La construcción era de adobe, con piletas subterráneas y aéreas. Con capacidad de 9.000 hl. Aparte de las piletas había 6 cubas de roble. La maquinaria funcionaba con la energía que le brindaba un generador eléctrico. Vendían el vino en bordelesas y barriles, que enviaban en gran cantidad a Buenos Aires bajo la marca registrada “La Trilla”.
“El destino cruel privó a San Rafael primero del hombre y luego de su obra, fatal e insensatamente destruida”. Don Luis falleció en junio de 1928. Cuando murió don Luis Tirasso, siguió con las bodegas su hijo también llamado Luis, pero no pudo manejar los negocios y todo se vino abajo.
En la Revista Victoria cuentan así la Historia:
El caso Tirasso
“Las crisis del 1928 y hasta 1935 fueron el resultado de la deficiente aplicación del crédito bancario y obra exclusiva de las entidades crediticias. La industria vitivinícola es hija exclusiva del crédito bancario.
No puede exhibirse otro más completo que la caída de Tirasso, una de las primeras firmas mendocinas y cuya grandiosa obra persiste, aún después de la desastrosa liquidación de sus bienes. La incorporación de numerosos viñedos en Guaymallén, Luján, Maipú y San Rafael, en momentos de baja del vino, perturbaron los servicios bancarios y hubo que suspender el régimen de amortizaciones comprometidas.
En lugar de la espera y con intervención o superintendencia de la administración, se exigió, se apretó tanto que el vasto volumen de fábricas y propiedades productivas entró en catastrófica liquidación. Paralizada la firma en sus ventas: enviados a remate, los bienes inmobiliarios, fueron la base de improvisadas fortunas de los compradores a vil precio. Mientras tanto un activo de 14.000.000 de pesos no logró saldar los créditos y sólo se pagó el hipotecario de 2.000.000 de pesos”.
Fuente: Periódico Victoria, órgano de la Industria y Comercio del vino. Buenos Aires. Mendoza Noviembre de 1946.
Según informaciones la Bodega fue comprada originalmente por un grupo de Buenos Aires entre los que estaba un Sr. La Rocca y posteriormente por don Antonio Campi, quien
mantuvo el nombre original “Santa Paula”, la publicidad que hacía Bodegas y Viñedos Antonio Campi e Hijos S.A.I.C.F. decía : “Cuando pida vino, pida Santa Paula”.
Posteriormente don Campi obsequió el chalet al Seminario Diocesano y la Bodega la perdió, porque había pedido créditos bancarios y no los pudo cancelar. En estos momentos la Bodega está inactiva y bastante deteriorada.
Prof. María Elena Izuel