Cuando pase el temblor

Más allá de ser el título de la canción de Cerati, esa fue la respuesta cuando pregunté quiénes eran los de la foto tan simpática que ilustra el inicio de este relato.


Cuatro coma ocho grados en la escala de Ritcher . Suficiente para asustarse.


La magnitud se incrementa según el lugar en el que a una (o a uno) le encuentre, obvio pero no tanto como para calmarnos si estamos en el décimo.


Igual que cuando estamos frente a las instituciones, hay quienes lo asumen con normalidad, están los que tienen un respeto reverencial y los hay de los otros, esos temerarios que inclusive son capaces de generar movimientos telúricos para domesticar a los vecinos.


En Mendoza sabemos de temblores y según la edad, de terremotos. Y aunque no seamos expertas en periodismo, solemos avivarnos, y aunque seamos legos en materia jurídica, algo pillamos. Y si bien cada vez somos más renuentes a la política, nos damos cuenta, claro que sí.

El miedo no es zonzo, tampoco la precaución es estúpida, ni la valentía obligatoria

Mientras las y los humanos de a pie navegamos por la cotidiana exigencia de ir a trabajar, hacer las tareas domésticas, las relativas a la familia, a la educación de hijas e hijos, las compras  y siempre más preocupadas por cómo aumenta todo sin freno, otras y otros tienen preocupaciones más rutilantes. Ejemplo: a cuánto conseguiremos los dólares para el viaje al exterior; qué dirán de mí en twitter si hago o dejo de hacer; que pondrán en sociales cuando me vean y quién divulgará sobre mi astucia para ejercer el poder.

Así viene funcionando la sociedad mendocina desde hace años.  Las unas y las otras; los unos y los otros. Hasta no hace mucho, las de abajo y los de abajo, éramos meras espectadoras, excepto una vez cada dos años que asistimos a la escuela a elegir al menos nocivo, según nuestro escaso conocimiento.

¡Cómo hacer para saber!

Entre las muchas funciones que tiene el periodismo, me parece una esencial es dar información fiable para que tengamos herramientas a la hora de participar en la elaboración de la realidad cotidiana

De una buena parte a hoy, resulta casi imposible discernir cuando los periodistas están informando y cuando opinando.  Y en el caso de radios y televisión, ya casi no escuchamos a periodistas con preguntas inquietantes, que incomoden a los funcionarios o a cualquiera que entrevisten ¿será una moda?

Al celular me enviaron unos audios de un periodista que habla en una radio de Mendoza. Tiene algo muy, muy, muy particular y especial. Es como un personaje de Disney, no por el traje ni lo simpático, es porque resulta INCREÍBLE.  Exactamente lo contrario a lo que necesitamos.

Si me decís que exagero te hago escuchar lo que dijo, pero tenés que atreverte a escucharlo todo. Habla de sus colegas, no sé si es de sus colegas empresarios, sus colegas periodistas o de quién. Entre esos muchos audios, en uno decía que una abogada defensora en un caso, era “encubridora” de su defendida. ¿No me creés? Te lo mando, eh. Pudo ser otro, pero es el mismo que mandaba a trabajar a un muchacho que vivía en condición de calle. El mismo que insulta, supongo, para llamar la atención, ya que dato, lo que se dice dato informativo: cero, al menos en esos audios que me enviaron.

Tenés razón. Me preguntás ¿y qué tiene que ver eso con lo que empezaste diciendo? Mucho. Porque esos audios que se viralizan, esas pavadas astronómicas indemostrables, se introducen en nuestros cerebros de manera inevitable y resuenan como jingle de marolio o canción de L Gante. Para hacer una analogía, cuando escuchás a Bach te resulta aburrido y peor, si escuchás a Coltrane , lo rechazás. Parecido Ojo, no está sólo ese personaje solo, hay varios más, tal vez alguno empleado de él y a la vez él, súbdito de algún poderoso que sustituye la verdad por el canto desafinado sireno.

Confieso que me resulta chocante. La prolijidad de las autoridades con los desaguisados que se mandan sin el menor pudor.  Claro, pero si seguimos mirando la precisión del nudo de la corbata o el ruedo perfecto de la falda, y no escuchamos a los empleados y empleadas judiciales reclamando para eludir la miseria, a las docentes clamando por sueldos dignos y escuelas decentes, con calderas o sistemas de calefacción que no intoxiquen a nuestras hijas e hijos, y si creemos que la justicia debe ocuparse del show en vez de buscar a las chicas desaparecidas y enviar a los móviles cuando son llamados de urgencia para asistir a una víctima, después no le echemos la culpa a la inteligencia artificial.

Culpa del genocidio del ’76, hemos borrado de nuestro lenguaje la palabra “proceso”, y aunque es entendible por el dolor que despierta aquél asesino régimen autoproclamado “proceso de reorganización nacional”, sería conveniente que entendamos “algo” de los procesos, sobre todo en Mendoza, para que restituya el Estado de Derecho en toda su amplia dimensión. La verdadera institucionalidad.  Fíjense si no.

Hay un caso que por emblemático voy a omitir a sus protagonistas en el que designan a un fiscal. El fiscal actúa y dicta prisión preventiva (algo que quizá podría discutirse). Se da cumplimiento. Cuando se está desarrollando el proceso, reuniendo pruebas, testimonios, peritos, allanamientos: sacan a ese fiscal. Bien. Para sustituirlo (subrogarlo, como lo denomina la jerga) hay un procedimiento y un orden de subrogancia ¿se cumplió? No. Ah ¿por qué? Deje de hacer preguntas. ¿Qué si me dio miedo? Sí, claro que sí.

Siguiendo con el mismo ejemplo de un caso “espectacular”, se cambió el fiscal por otro (otra) que no seguía el orden de reemplazos y eso además propició otro cambio (en medio de las indagaciones, investigaciones y aportaciones tanto de la defensa como de la querella), la jueza que actuaba se inhibe y ese lugar lo ocupa un juez (sí, su señoría), un varón. Lo significativo es que ese juez varón y la fiscal (designada eludiendo los peldaños del orden), da toda la impresión que son amigos, pero además el varón ha sido una especie de discípulo de la fiscal y si se duda de mi testimonio, fíjese la imagen simpática de ambos en un encuentro gastronómico de esos que promociona justamente el periodista del que hablamos antes. O sea, amigues son les amigues. ¿En la imagen?, ah, si. La Fiscal Mónica Fernández Poblet y el Juez Federico Martínez

Pretender tener acceso a las causas no es fácil, y si está “bajo secreto de sumario”, imposible. ¿Imposible? Para Vos, que no tenés tiras o no tirás la data que te proporcionamos. Como dice adidas, impossible is nothing. Si decís cosas que le agraden al poder, siempre habrá un audio inédito, una foto a hurtadas, un video tremebundo, pero si no decís lo que el poder piensa que debés decir, andá despidiéndote. Aunque sería ingrata, no ha sido mi caso. En la misma tramitación judicial aludida, por ejemplo, ocurrió algo inédito. O sea, no alcanzó a editarse ¿podés creer? No. Sí. Te juro. Luego de una extensísima declaración de quien denuncia una serie de crímenes y en los que mencionaba nombres de esos que hacen que unos se miren con otros, fijamente y en tono de sorpresa, se borró. ¿¡Cómo?! Sí, se borró. Acaso a Vos nunca te pasó que pusiste control equis y además fuiste a borrar el historial y por las dudas desenchufaste la pc, saliste corriendo y no diste explicaciones?. Bueno, en la “justicia mendocina”, sí. Para tomar nota, hasta para ser torpe, a veces, hay que ser creativa

Tirar la piedra y esconder la mano, es uno de los preceptos de connotación negativa del periodismo. Decir para perjudicar. Lo triste es cuando tiran piedras prestadas, con gomeras provistas por los vigilantes de siempre que nunca se muestran.

Oriana Fallaci, esa periodista erudita y combativa, que se atrevió a decir y a preguntar en medio de la dictadura en Argentina lo que cualquier argentino de haberlo preguntado hubiese desaparecido, sostenía que “el miedo es un pecado”. No será el primero ni el último que cometa, pero Mendoza hoy, mete miedo.

Podés ser tanto víctima de un delincuente común como de alguno de los poderes corroídos por el confort y corrompidos por austeridad intelectual, indolencia social, decadencia moral y prolijidad postural. Ah, me olvidaba, por la admisión cotidiana de la mentira, las falsas noticias, la repetición al infinito de cosas que no ocurrieron jamás.

Ese mundo minúsculo de poder se consolida y fortifica diariamente con la postura acrítica, con la escucha pasiva, con la elección abúlica del medio que sintonizamos, con la distracción de las redes, con el juicio apresurado, con creer que el problema Milei está por el lado de afuera de la cabeza, con la actitud derrotista que te instiga para que no vayas a votar. 

Elegir no hacerse responsable a la hora de elegir es un acto de hipocresía superior. Elegir abandonar las luchas menores, de cabotaje barrial, es lo que le paga el peaje a lo peor de esta maravillosa provincia.  Y qué bonito sería que alguna vez, también, pudiésemos elegir a estos personajes que tienen la toga incorporada en su modo de actuar. Qué lindo desafío sería tener que elegir en vez de tener que soportar los privilegios de un poder que cuando no está bajo la atenta supervisión de los dueños del mercado, está en el mercado de pases según como salga favorecido algún amigo en cualquier elección.

Este artículo será, después de algunos años, mi primer acto de rebeldía. No inscribiré mi pseudónimo, no pondré mi nombre de pila ni el apellido de mi padre, tampoco el de mi madre. Ni el dni completo ni las tres últimas cifras, ni el apellido de algún marido, novio, novia, ni el colegio en el que cursé mi secundaria. Todo eso es secundario. Lo primordial, hoy es el nosotras, el nosotros y aunque pueda incomodarte, el nosotres. Y recordarles a los que nos gobiernan que tanta ineptitud y maldad, juntas, no se podrá sostener por más voceros de miradas torcidas y funcionarios con vocación esclava.  

Por quimeradigital.com.ar

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