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Obsesionados por la apariencia personal y tejedores: cómo eran los vikingos en la vida cotidiana
La historiadora y divulgadora británica Eleanor Barraclough se encarga de bucear en la era nórdica más allá del mito, en su libro “Embers of the Hands”. Desde el rol clave de las mujeres en la navegación hasta mensajes escritos en madera con bromas, órdenes y maldiciones
>Desde la literatura medieval hasta las series de televisión, los vikingos fueron retratados como guerreros implacables y exploradores audaces, pero su verdadera historia es mucho más compleja. En Embers of the Hands: Hidden Histories of the Viking Age, la historiadora y divulgadora británica Eleanor Barraclough desmonta la imagen tradicional de los vikingos como saqueadores y navegantes temibles para revelar una sociedad diversa, sofisticada y profundamente interconectada.
Lejos de las narraciones épicas que glorifican a figuras como Erik el Rojo y Harald Bluetooth, Barraclough hace foco en aquellos que quedaron al margen de las grandes sagas: mujeres tejedoras cuya labor permitía la navegación, comerciantes que tejieron redes desde América del Norte hasta Asia Central y ciudadanos anónimos que, en tablillas de madera, registraban chismes, bromas y maldiciones.
El término “vikingo” fue históricamente equívoco. Barraclough recuerda que en su lengua original, el nórdico antiguo, víkingr no era una designación étnica sino una ocupación: se refería a quienes se dedicaban al saqueo y la incursión marítima. Por ello, hablar de la “Era Vikinga” es, según la autora, tan impreciso como referirse a la “Era de los Navy SEAL”.
Entre los hallazgos, destacan los mensajes escritos en palos de madera con runas, utilizados como una suerte de notas adhesivas medievales. Algunos son simples recordatorios, mientras que otros contienen maldiciones, bromas e incluso chismes de taberna. Un ejemplo particular menciona una frase común en Bergen, Noruega, alrededor del año 1200: “Gyda dice que deberías irte a casa”.
Algunos contenían insultos o frases humorísticas, mientras que otros tenían un carácter más supersticioso o ceremonial. Lejos de los textos épicos de las sagas, estas marcas permiten un acceso directo y sin filtro a la vida de los vikingos comunes.
Lejos de la imagen de guerreros rudos y descuidados, los vikingos eran meticulosos con su higiene y apariencia personal. Barraclough documenta que se peinaban con esmero y utilizaban peines tallados en hueso, madera y asta, muchos de ellos decorados con gran detalle. De hecho, la primera inscripción rúnica jamás hallada no está en una piedra ni en un pergamino, sino en un peine.
Los peinados también tenían un significado importante en la cultura nórdica. Según la autora, los vikingos eran reconocidos por sus largas y bien cuidadas melenas. En las sagas, por ejemplo, se menciona al rey Harald Fairhair, quien antes de unificar su reino era conocido como Tanglehair, ya que había jurado no usar un peine hasta lograr su objetivo. Pero más allá de los relatos mitológicos, la evidencia arqueológica respalda esta idea: “Los primeros runas que tenemos están en un peine”, señala Barraclough.Su esmero en el arreglo personal no pasó desapercibido para sus vecinos europeos. En documentos de la época, clérigos anglosajones se quejan de que sus compatriotas estaban imitando los estilos vikingos. Uno de ellos describe un corte de cabello característico como “cuellos desnudos y ojos cubiertos de cabello”, un estilo que incluso puede verse representado en el Tapiz de Bayeux, que narra la conquista normanda de Inglaterra en 1066.
Más allá de la imagen popular de los vikingos como guerreros y navegantes, las mujeres desempeñaban un papel esencial en la supervivencia y expansión de su sociedad. Barraclough destaca en su libro que la fabricación de textiles no era solo una tarea doméstica, sino una industria importante para la exploración nórdica.
Su influencia iba mucho más allá del hogar. Existen evidencias de que las mujeres también participaban activamente en el comercio y la administración de propiedades. En algunas tumbas vikingas se han encontrado llaves grandes, símbolo de autoridad en la gestión del hogar y las riquezas familiares.
Además, las sagas y registros históricos mencionan a mujeres que dirigían granjas, negociaban acuerdos comerciales y, en algunos casos, incluso lideraban expediciones. Este papel multifacético de las mujeres vikingas revela una sociedad más equitativa de lo que muchas veces se ha imaginado.